UNA DUCHA DEFINITIVA


Este relato surgió como la aceptación de un desafío. Una amiga me dijo que por qué no me inventaba una historia, que tenía que cumplir una condición: se desarrollaría en una bañera. Con un puntito (muy pequeño) de maldad, escribí ésto.



Una ducha definitiva


“No me lo puedo creer. Esto no me puede estar pasando” pensaba Linda. Estaba literalmente aplastada entre la pared de azulejos de la bañera y el cuerpo de su compañero. Había tenido fantasías con él, no iba a negarlo, pero no era así como lo había imaginado. Tenía calor, mucho calor y cada terminación nerviosa de su cuerpo era consciente de su presencia. Con la intención de relajarse, apoyó la cabeza y cerró los ojos, recordando como habían llegado a esa situación.

Veinte minutos antes
— Linda, si quieres que lo demostremos, tenemos que hacerlo –la voz de Max, su compañero, sonaba totalmente decidida.
— ¿No es un poco arriesgado? –no estaba del todo convencida.
— Si queremos ganar, tenemos que arriesgarnos. De todas formas, no creo que sea muy complicado –le aseguró mientras andaba a grandes zancadas por el aparcamiento en dirección al motel.
— Está bien –terminó cediendo a la vez que intentaba mantener su paso. Al fin y al cabo, algo tenían que hacer, se dijo– pide la llave.

Unos minutos después, entraban en la habitación.
— Max, no deberíamos hacerlo, no deberíamos estar en este lugar.

El aludido se detuvo ante ella y se irguió en toda su estatura. Sus ojos plateados demostraban que había tomado una decisión e iba a llevarla a cabo.
— Ya que hemos llegado hasta aquí, terminaremos lo que hemos empezado.
— De acuerdo, acabemos con esto. Tú empiezas por ese lado de la cama –dijo señalando hacia la ventana– yo me encargo de éste.
Al instante estaban haciendo un registro minucioso de toda la habitación.
— Tiene que estar aquí – decía Max mientras abría todos los cajones por segunda vez.
— ¡Max! – se detuvo y prestó atención a los sonidos que llegaban del pasillo –Escucha. Viene alguien.
Él detuvo su tarea y prestó atención.
— Tienes razón, alguien se acerca – dijo mientras buscaba un sitio donde poder esconderse.
— ¿Qué hacemos? – inquirió ella con urgencia.
— Vamos ahí –la agarró del brazo y la metió en el cuarto de baño.
Al mismo tiempo que cerraban la puerta, se abría la de la habitación.
— ¿Seguro que tenemos tiempo? – se oyó una voz femenina algo chillona.
— Cariño, te voy a enseñar lo que se puede hacer en quince minutos – contestó otra voz, esta masculina, que rebosaba orgullo por sí mismo.
Mientras, en el baño, Max hizo señas a Linda para que se metiera en la bañera. Después entró él y cerró la cortina dejándolos totalmente ocultos a cualquier mirada, siempre y cuando, los recién llegados, no decidieran darse una la ducha. Rezó para que aquello no sucediera.


Y allí estaban, en la situación más disparatada que jamás podría haber imaginado, pensó Max, mientras observaba a su compañera. Y eso que, con respecto a ella, lo había hecho unas cuantas veces. Ahora la tenía ante él, con la cabeza apoyada en los azulejos y los ojos cerrados, mostrando una imagen confiada a la vez que sensual. La miró con la libertad de saber que ella no podía verlo y sintió que su voluntad quedaba fuera de control. Como si decidieran por sí mismas, sus manos se apoyaron en la parte alta de su cintura y sus dedos empezaron a trazar sugestivos círculos.
Linda abrió los ojos de golpe y comenzó a decir algo pero él rápidamente le tapó la boca con una mano mientras se llevaba el dedo índice de la otra a sus labios indicándole que permaneciera en silencio. Le pareció detectar un brillo de diversión en su mirada. Siempre había sospechado que Max tenía un lado gamberro que mantenía dominado, pero en ese momento no podía o no quería disimular que estaba disfrutando con la situ para su tranquilidad mental acción. Asintió con la cabeza para hacerle ver que había entendido y entonces, para su tranquilidad mental, él retiró la mano de su boca. El descanso duró poco porque en vez de bajarla la apoyó en su nuca.
“He pasado a otra dimensión. Seguro que estoy en un universo paralelo en el que se cumplen todos mis sueños y deseos” – no podía ser de otra manera, la situación era sencillamente increíble. Las manos de Max se movían suavemente masajeando su cuello, poco a poco la tensión acumulada durante días fue desapareciendo para dejar paso a otra oleada de calor que se extendía por su cuerpo. Un gemido surgió de su garganta para quedar atrapado en la boca de su compañero. “Me ha besado porque no quiere que emita ningún sonido” se repetía intentando encontrar una explicación a esa actitud. Era posible que ese fuera el motivo pero Max no parecía tener intención de parar. Sujetó su cabeza con ambas manos y retirándose un poco comenzó a mordisquear su labio inferior para seguir con su mandíbula, probándola poco a poco, su barbilla, su cuello…Llegados a este punto, Linda comenzó a sentir como sus piernas se volvían de mantequilla y se negaban a sujetarla. Lentamente se fue deslizando por la pared hacia abajo, pero Max la sujetó por debajo de los brazos y volvió a levantarla.
— No te muevas –murmuró con voz ronca sobre su boca.
“No te muevas, no hagas ruido, ¡qué cara tiene!, aquí estoy, acorralada y sin posibilidad de protestar. Bien amiguito veremos cómo llevas esto” y decidió pasar a la acción. Si apartar la mirada de sus ojos comenzó a desabrochar su camisa muy despacio. Desde la habitación de al lado llegaban los gemidos de la pareja que les había llevado a esa situación poniéndolos aún más nerviosos. Deslizó las manos por sus costados hasta enlazarlas por detrás. Notó como temblaba imperceptiblemente “así que no eres indiferente” se dijo mientras repetía sus mismos movimientos. Le besó la barbilla, el cuello y finalmente le bajó la cabeza para poder besarle a placer. Jugó con su lengua y lo llevó al límite. Sabía que él también estaba atrapado en esa bañera sin poder producir ningún sonido que los delatara. Pensaba hacerle pagar lo que le estaba haciendo y a la vez disfrutar con ello, al fin y al cabo él había empezado. Sus manos delinearon los bien formados músculos de Max a la vez que tomaba nota de que eran mejor de lo que había imaginado. Casi siempre vestido con traje, su ropa no hacía justicia a lo que ocultaba. Sus labios eran duros y exigentes, demandaban una respuesta inmediata y apasionada, que ella estaba más que dispuesta a dar. Podría perderse en ellos para siempre.

Tan absortos estaban el uno en el otro, que tardaron un rato en advertir que la otra habitación se había quedado en silencio, solo un murmullo de voces apagadas. De pronto se abrió la puerta del baño. Él la abrazó con fuerza y la protegió con su cuerpo. No quería ni imaginar que pasaría si los encontraran allí dentro.

El hombre parecía encantado consigo mismo, canturreaba mientras usaba el váter, después, se oyó el sonido del agua correr en el lavabo. ¿No pensaba irse nunca? Como si hubiera oído sus plegarias, el visitante volvió a salir.
— ¿Ves como no eran suficientes quince minutos? – se oyó la chillona voz femenina.
— Bueno, pero lo hemos logrado en poco más – contestó el hombre – ahora tenemos que darnos prisa.
La puerta se cerró y las voces se fueron alejando.

Al instante, Linda supo lo que tenía que hacer y sin pensarlo dos veces, extendió el brazo y abrió el grifo. Ocho chorros de agua fría empezaron a salir desde distintos puntos de la pared sorprendiendo a Max y haciéndole dar un salto.
— ¡Linda! – protestó con un grito ahogado — ¿Te has vuelto loca?
— Creo que no soy la única – lo miró con intención, mientras veía correr el agua por la cara y el cuerpo de su amigo, a la vez que ella misma terminaba como una sopa.
— Linda …—comenzó a hablar él sin saber muy bien que iba a decir. No encontraba una explicación a lo que había hecho. Simplemente había seguido un impulso.
Ella volvió a cerrar los grifos.
— Creo que deberíamos salir de aquí. Pueden volver –su voz sonaba temblorosa pero el agua le había aclarado las ideas lo suficiente.

El asintió con la cabeza y la ayudó a salir. Se secaron como pudieron y en silencio, abandonaron la habitación.
Una vez en el aparcamiento, Linda se volvió hacia él y preguntó.
— ¿Se puede saber que ha pasado ahí dentro? – señaló hacia el motel.
— No sé Linda, la verdad… — titubeó, no quería disculparse, lo volvería a hacer, pero no sabía como explicar la razón de su comportamiento sin comprometerse demasiado.
Ella, impaciente, le interrumpió, ya arreglarían eso más tarde, intuía que él estaba fuera de juego con respecto a lo ocurrido y ella también necesitaba pensar.
— No hemos conseguido nada –cambió de tema sorprendiéndolo– no hemos encontrado el disquete, no vamos a demostrar nada.
— Quizá sí hayamos demostrado algo —se refería a ellos mismos y ella no intentó disimular.
— Si, que somos capaces de no ahogarnos en una bañera –dijo con sarcasmo.
— Hay muchas formas de ahogarse Linda – comentó él con cierta intención.
Ella no hizo ningún comentario al respecto, solo dijo:
— Vamos a casa a cambiarnos o pescaremos una pulmonía.

Una hora más tarde, Linda estaba sentada en su sofá con ropa seca tomando un chocolate caliente y repasando una y otra vez lo sucedido. Como Max había dicho, había muchas formas de ahogarse, ella lo hacía cada vez que miraba sus ojos o cuando la había besado, ¿le ocurriría a él lo mismo y por eso había hecho ese comentario? El timbre de la puerta la sacó de sus elucubraciones. Al abrir se encontró con su compañero, quien mostraba una chispa de determinación en su mirada.
— ¿Puedo pasar?
— Claro –contestó haciéndose a un lado para dejarle entrar ¿qué haría allí?– no había esperado verlo más ese día.
— ¿Pasa algo? – preguntó con curiosidad.
— No. Solo quería hacerte una pregunta.
— ¿Y tenía que ser hoy? Hay un invento muy bueno para evitar los desplazamientos. Se llama teléfono ¿Lo conoces?
— Lo conozco –respondió con una sonrisa, que le pareció algo tímida —pero entonces no podría ver tu cara cuando la escuches.
Cada vez más extrañada se cruzó de brazos y le dijo:
— Bien. Dispara.
— ¿Quieres ahogarte conmigo?
— ¡¿Qué?!— definitivamente el chorro de agua fría le había afectado al cerebro. Solo al cerebro porque su cuerpo se veía mejor que nunca enfundado en sus vaqueros y su chaqueta de cuero.
— Que si te quieres duchar conmigo –repitió él en tono de voz no muy seguro.
Ella se había dado la vuelta y caminaba hacia el sofá cuando oyó la segunda pregunta. Se paró y volvió la cabeza para mirarlo por encima del hombro.
— ¿Estás loco? – preguntó mirándolo con cautela.
— Si – admitió si rodeos – por ti.
Linda se volvió lentamente para quedar frente a él, que no se había movido. Pareció detectar miedo en el fondo de sus ojos.
— Max ¿de verdad estás bien? Tú no dices esas cosas.
— A partir de ahora sí – explicó— esa ducha me ha aclarado algo más que la ropa.
— ¿Qué quieres Max? – preguntó con expresión seria.
— Te quiero a ti ¿Quieres casarte conmigo?
Bueno, esto es demasiado ¿Me está pidiendo que me case con él?”
Max vio como una serie de emociones pasaban por su cara: sorpresa, incredulidad, indecisión y finalmente satisfacción. Al instante, una enorme sonrisa iluminó su cara.
“¿Qué está pensando? ¿Por qué sonríe de esa manera? ¿Es una buena o una mala señal?” se dijo con aprensión. Si no contestaba pronto le iba a dar un infarto.
— ¿Puedes repetirlo? – estaba disfrutando de verdad.
— ¿Quieres casarte conmigo? – repitió, temeroso, la pregunta. Toda la arrogancia que lo caracterizaba, parecía haberse evaporado.
Ella gritó un “por supuesto que sí, ya era hora” y corrió hacia él para colgarse de su cuello. Tomado por sorpresa, Max se limitó a disfrutar del peso de su cuerpo apretado contra el suyo.
— ¿No piensas besarme? – preguntó ella divertida observando su cara.
Él no se hizo rogar. La estrechó entre sus brazos y le dio un beso salvaje y abrasador, que ponía de manifiesto toda la pasión contenida de las últimas horas. La besó con como si le fuera la vida en ello, absorbiendo todo lo que ella le daba hasta quedarse sin respiración.
— Me vas a ahogar – protestó Linda intentando que el aire llegara a sus pulmones.
— De eso se trataba ¿no? –dijo feliz– por cierto ¿tu bañera o la mía?
— Mejor la mía, que está más cerca.
— De acuerdo, pero sin agua – volvió a besarla – hoy ya nos hemos mojado bastante.
FIN

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