LOS HIJOS CRECEN
Una toma realmente
conciencia del paso del tiempo cuando se ve sentada en un inmenso auditorio y
ve como su hijo, su niño pequeño, ese ser que le dieron con un poco más de medio
metro y unos tres kilos y medio, y cabía en la palma de la mano, sube una
escalera y le imponen la "Beca" de graduado. El "niño"
ahora mide más de un metro noventa y es licenciado en Piscología. Sí. Han
pasado 22 años. Un suspiro, tal vez dos, pero lo cierto es que nunca pensé que
pasarían tan rápido.
Cuando nació Alejandro, el
mismo día que se declaraba la guerra del Golfo, había una vida nueva por
escribir. Nada nos había preparado para pasar por sustos de salud, operaciones
varias y miedos sin fin. Ese miedo que, supongo tienen todos los padres cuando
se ven ante un ser diminuto del que son plenamente responsables. De las cosas
que se les enseñe, de la manera que se les eduque, de lo que se les corrija,
dependerá su forma de actuar como adultos. Creo que lo hemos hecho bien. Estoy
convencida de que Alejandro es básicamente una buena persona, y sobre todo, una
persona feliz. ¿Qué más pueden pedir
unos padres?
Es un buen momento para la
reflexión, para mirar hacia atrás y revivir todos los buenos momentos. El bebé,
el niño, el adolescente ya es mayor. Hemos estado en cada paso, cada tropezón,
cada éxito. Y ahí pensamos seguir. Es un orgullo y una gran satisfacción ver
que todos los minutos invertidos en su educación, en caminar a su lado, han
merecido la pena. Una etapa se cierra, la de estudiante y otra inmensa y
prometedora se abre ante él y todos lo que con él se graduaron hace unas semanas en el palacio de Congresos de Granada, una de las ciudades más bonitas del
mundo.
¡¡¡Suerte en esta nueva
etapa de tu vida!!!